construyendo Jurisdicciones Especiales en el mundo físico
El problema: falta de libertad en el espacio físico
La libertad es fundamental. Es nuestro objetivo siempre. Buscamos libertad porque sabemos que es lo correcto. La libertad es el derecho de cuestionar y cambiar la forma establecida de hacer las cosas.
¿Dónde podemos encontrar libertad? Ciertamente en el ciberespacio. El ciberespacio es un espacio libre. La humanidad ha sido bendecida por la magia de la criptografía, una tecnología que nos permite operar en un entorno digital sin la intervención de terceros no deseados. En el ciberespacio, la criptografía actúa como un muro cibernético impenetrable. Por ello, todo lo que construimos en el ámbito digital puede estar perfectamente protegido.
Gracias a los muros cibernéticos impenetrables podemos proteger nuestros jardines digitales. En ellos podemos cultivar todo lo que deseemos sabiendo que nadie pisoteará nuestras plantaciones porque tenemos las llaves para abrirle la puerta a quienes deseemos, pero especialmente para dejársela cerrada a quienes no deseemos que entren. En el ciberespacio podemos interactuar entre pares sin intervención de terceros no deseados.
En el mundo digital tenemos Bitcoin para libertad monetaria y Nostr, torrent, Tor, Tails y otras varias tecnologías para la libertad de información y expresión. Estos protocolos son herramientas de código abierto que están diseñadas para realizar y expandir plenamente la promesa de libertad y ciertamente cumplen lo que prometen. Gracias a la magia de la criptografía asimétrica hemos logrado suficiente descentralización y la posibilidad de obtener cualquier nivel de privacidad y libertad deseada en el ciberespacio.
Los criptoanarquistas y cypherpunks han plantado su bandera en el ciberespacio y no hay fuerza humana que pueda removerla de allí. El ciberespacio simplemente no puede escapar de las inviolables reglas de la criptografía. Esto es magnífico, pero sólo ocurre en el ámbito digital.
Por otro lado, el espacio físico también es naturalmente libre. De acuerdo con la ley natural, cada persona es libre de hacer lo que quiera siempre que no dañe a otros. Pero, a diferencia del ciberespacio, en el mundo físico no poseemos una tecnología que nos permita construir muros impenetrables. En el espacio físico los autoritarios tienen la ventaja al acosar a las personas, romper las paredes, pisotear los jardines y llevarse los frutos.
Si bien podemos construir muros físicos, estos siempre pueden ser derribados en caso de aplicarles un poco de fuerza. Fuerza que cualquier atacante como un Estado posee.
Debido a la centralización artificial del poder, la libertad natural del mundo físico ha sido completamente socavada por los Estados.
El problema a tratar no es la falta de libertad en el espacio digital, sino la falta de ésta en el espacio físico.
Bitcoin: un puente que une ambos reinos
Analicemos la cuestión a través de la mirada de Bitcoin en sus diferentes capas para entender la conexión entre ambos reinos, el mundo físico y el digital.
La capa uno de Bitcoin está compuesta esencialmente de software y hardware. El software es cualquier software que produzca el mismo resultado que la implementación de referencia Bitcoin Core. Por otro lado, en el mundo físico la capa uno de Bitcoin se compone de hardware. Esencialmente cualquier hardware que pueda correr, total o parcialmente, el referido software.
Además, Bitcoin posee otras capas superiores o paralelas que también existen principalmente en el ciberespacio.
La capa dos – lightning network-, tres o cualquier otra capa superior o paralela está compuesta por otro software y otro hardware que interactúa de alguna manera con la capa uno.
Todas estas capas poseen en común que están completamente protegidas por criptografía y un conjunto de teorías de juegos que han sido probadas exitosamente. Cada nuevo bloque añadido a la cadena de tiempo es un testimonio de la imparable fuerza de la libertad y la meritocracia.
El software de todas estas capas se encuentra perfectamente protegido por los muros criptográficos impenetrables, mientras que el hardware está a merced de cualquier atacante. Sin embargo, prácticamente no hay ataques sobre el hardware y cuando lo hay, no daña en forma alguna a la red. Y si lo hace el daño es mínimo. Ya hemos visto en varias oportunidades como los estados han prohibido la minería o incluso a bitcoin y si bien la red disminuyó en su nivel de seguridad – al producirse una baja del hashrate- la misma no fue afectada en absoluto. No hay incidencia -por ataques contra el hardware- sobre el precio del bitcoin, sobre la usabilidad de la red, sobre la consecución de las recompensas por minado, sobre el promedio de hallazgo de bloques, sobre la incensurabilidad, sobre la inflación monetaria, etc.
Gracias a la masividad de producción del hardware, su descentralización y continua tendencia a costar cero, básicamente los ataques contra el hardware no vulneran la red en forma alguna. Cualquier ataque sobre el hardware que ejecuta las capas uno y superiores de bitcoin no logra restarle valor a la red. Los ataques contra el software o hardware de Bitcoin en sus capas uno y superiores no son exitosos.
La capa cero de Bitcoin
Antes de la capa uno de bitcoin tenemos la capa cero que consiste esencialmente en la suma de todas las acciones e inacciones realizadas por los usuarios de Bitcoin con relación a Bitcoin. La capa cero está compuesta por las interacciones de personas de carne y hueso que interactúan entre ellas con respecto a la red Bitcoin. Ya sea usando la capa uno en forma directa o indirecta a través de su capa dos o superiores.
Los ataques en el mundo físico contra la capa cero de bitcoin son exitosos y restan valor a la red.
Cuando un ataque se produce contra un bitcoiner como persona física y el ataque logra modificar en alguna forma la interacción del bitcoiner con la red, estamos en presencia de un ataque contra la totalidad de la red Bitcoin. Y en la mayoría de los casos estos ataques resultan exitosos ya que, a diferencia de los ataques contra la capa uno y superiores, ciertos ataques contra la capa cero efectivamente logran restar valor a la red. Lo que luego se ve reflejado en el precio del token, del satoshi.
Hoy en día, el ataque más común contra los bitcoiners, es decir contra la capa cero, es la totalidad de la suma de todas las regulaciones aplicables. Esto incluye todas las regulaciones coercitivas, tales como leyes; amenazas de nuevas leyes; encarcelamientos; amenazas de más encarcelamientos; impuestos; amenazas de más impuestos; la totalidad de normativa relativa al artificial requerimiento de necesitar probar el origen lícito de fondos; todas las normas de prevención de lavado de dinero; prevención de financiamiento de terrorismo y prevención de financiamiento de armas de destrucción masiva; remociones coercitivas de la privacidad como, por ejemplo, la regla de viaje; burocracias antinaturales para obtener licencias como, por ejemplo, para transmisión de dinero; y un sinfín de reglas siempre crecientes dentro de un entorno regulatorio hiperinflacionario.
Si un ataque o amenaza de violencia física impide a un bitcoiner intercambiar el valor que creó por Bitcoin debido a algún tipo de obstáculo artificial, como cualquier tipo de cumplimiento, ese ataque es exitoso en el sentido de que, aunque toda la red sigue operando, el ataque en sí disminuye el valor de todos los bitcoins. Disminución de valor que no necesariamente se ve inmediatamente reflejada en el precio global del token.
Aunque la capa cero no pueda ser eliminada debido a su descentralización, cada interferencia en esta capa es un exitoso ataque a la red Bitcoin. Los ataques exitosos en la capa uno, dos y todas las demás capas superiores que existen en el ciberespacio pueden interferir con la red, pero difícilmente restan valor a la misma. Pero, por otro lado, los ataques exitosos en la capa cero restan valor real y demostrable. Este valor es igual a la cantidad de valor que el usuario frustrado habría añadido a la red si hubiera podido usarla libremente. A continuación, ilustro esta afirmación con un ejemplo.
El coste del compliance
Alice es una comerciante que se especializó en un área y tema específico. Estudió el mercado, su negocio, sus proveedores, consumidores, logística involucrada, marketing, diseño y todo lo necesario para poder ser una emprendedora exitosa. Tras haber invertido una cuantiosa cantidad de recursos desarrolló un producto perfecto. O al menos ella lo considera perfecto, es decir el mejor de su clase.
Mientras desarrollaba todo lo necesario para crear su producto conoció a Bob quien se convirtió en su principal lead y estereotipo de buyer persona. Ella sabe lo que Bob quiere y desea vendérselo. Conforme los cálculos de Alice para que su negocio sea viable, debe vender el producto a diez satoshis por unidad y afortunadamente Bob está dispuesto a pagar ese precio por ese producto.
El producto de Alice está terminado, listo para salir al mercado. Pero justo antes de mandarlo a producción, Alice decide hacer una pausa para analizar su realidad.
Previo a cometer la acción pública y observada por terceros de poner su producto a disposición del mercado abierto, Alice analiza su realidad material, política y jurídica. Al hacerlo se da cuenta de que vive bajo la jurisdicción de un Estado que prescribe, a través de su regulación, cómo ella debe comportarse. Analiza que, para poder vender su producto en forma legal, en compliance, debe realizar una serie de modificaciones al mismo. Tanto en la forma que se presenta al mercado como también respecto de ciertas características técnicas que el mismo posee. También debe modificar la forma en que lo produce, modificando la relación contractual con sus proveedores, vías de distribución y todo otro tipo de logística involucrada. Ella debe realizar todos estos cambios incluso aunque los mismos traigan aparejado fuertes, serias e insalvables ineficiencias.
Asimismo, Alice también evidencia que no sólo debe modificar el producto, sino que, además, debe satisfacer cargas impositivas, aparte de pagarle a un contador, ya que las cargas impositivas no son calculadas por el acreedor. También, debe contratar otros profesionales que la asistan en el estudio de la normativa vigente y de cómo se debe aplicar en todas las etapas de producción, distribución y venta de su producto.
Alice, por ser una persona racional, desea no realizar estas modificaciones atento que incrementan sus costes al mismo tiempo que disminuye la calidad de su producto. Pero al estudiar el compliance, es decir, la totalidad de normativas aplicables, también estudia las consecuencias de no estar en compliance. Alice se da cuenta que en caso de no cumplir con las regulaciones correría el riesgo de que la totalidad de sus activos sean legalmente confiscados, de ir presa, de que la maten mientras intentan capturarla para meterla presa y de, en caso de ir presa, sea torturada en la cárcel por otros presos o por los miembros del Estado encargados de retenerla en ese lugar. Entonces, como Alice no quiere sufrir estas negativas consecuencias decide modificar el producto y estar en compliance.
Alice realiza los cambios pertinentes y pone su producto en el mercado y tiene el siguiente diálogo con Bob, su lead (el interesado en adquirir el producto).
Bob: – Oye Alice, este producto no es el que me habías prometido. Esto es claramente inferior.
Alice: – Lo siento Bob, pero prefiero vender este producto inferior a correr el riesgo de que la totalidad de mis activos sean legalmente confiscados, de ir presa, de que me maten mientras intentan capturarme y, en caso de ir presa, de ser torturada.
Bob: – Ok, no hay problema. Es entendible. Pero dada la calidad del producto ya no tengo intenciones de pagarte diez satoshis, sino que sólo te ofrezco nueve. ¿Cerramos el trato?
Alice: – Lo siento Bob, pero no sólo que no te lo puede vender a nueve. Sino que, debido a la intervención del Estado y sus requerimientos no puedo venderlo a menos de trece satoshis.
Bob: – Ok, entonces prefiero no adquirirlo. Seguiré buscando alternativas.
Tiempo después llega al mercado Charlie, quien también tiene interés en el producto y, a pesar de que no es como la versión original, de todas formas, decide adquirirlo pagando los trece satoshis exigidos por la vendedora Alice.
Mientras tanto, en el mismo universo tenemos a Daniel, el último personaje de este ejemplo. Daniel es un comerciante competencia de Alice. Daniel tiene un producto muy similar, prácticamente idéntico al diseñado originalmente por Alice. Al igual que Alice, Daniel liminarmente también desea venderlo por diez satoshis. Al igual que Alice, previo a dirigirse al mercado, Daniel analiza la realidad en la que vive. Y resulta que él también vive bajo la jurisdicción de un Estado. Al igual que Alice, Daniel analiza la totalidad de normativa aplicable y evidencia que para cumplir con la misma también debería modificar el producto y cubrir la totalidad de gastos adicionales artificialmente generados para estar en cumplimiento.
Sin embargo, la ética de Daniel es diferente a la de Alice. Daniel entiende que su producto efectivamente es perfecto (el mejor de su clase) y que por lo tanto modificarlo sería ir en contra de su esencia. Daniel entiende que cambiar el producto sería una traición contra su creación y por lo tanto una traición contra su propia persona y la esencia de su ser. Daniel realiza un análisis ético de su accionar y de las implicancias morales de poner el producto en el mercado. Daniel ve que el producto, no sólo que no daña a nadie, sino que además está hecho para ser adquirido libremente por adultos que brindan su consentimiento para la adquisición y posterior utilización del mismo. Daniel también entiende que el pago de impuestos sólo sirve para fomentar el sistema de esclavitud impulsado por el fíat, y que siempre que pueda evitar colaborar con el inmoral sistema fíat es su obligación ética hacerlo. Asimismo, Daniel evidencia la hipocresía e ineficiencias de las normas de prevención de lavado de dinero como así también la futilidad de la existencia de licencias para la realización de actos naturalmente libres y que no dañan a terceros. Por todo ello Daniel decide continuar con la venta del producto en su estado actual.
Sin embargo, antes de salir al mercado Daniel también estudia las posibles consecuencias por dejar de lado el compliance. Al hacerlo, Daniel evidencia que en caso de no cumplir con las regulaciones correría el riesgo de que la totalidad de sus activos sean legalmente confiscados, de ir preso, de que lo maten mientras intentan capturarlo para meterlo preso y de que en caso de ir preso sea torturado en la cárcel por otros presos o por los miembros del Estado encargados de retenerlo en ese lugar. Entonces, como Daniel es una persona racional que no quiere sufrir estas negativas consecuencias, pero tampoco quiere traicionar su producto y su persona, decide correr el riesgo de no estar en compliance. Tras tomar esta decisión Daniel pone el producto en el mercado y allí se encuentra con Bob. Al hacerlo conversan en los siguientes términos:
Bob: – Oye Daniel este producto es exactamente el que andaba buscando. Un producto como el prometido por Alice, pero nunca entregado. ¡Me encanta! Te ofrezco diez satoshis por él.
Daniel: – ¡Gracias por tu comentario Bob! Te agradezco la oferta, pero actualmente lo estoy vendiendo a once satoshis. Diez satoshis me parece un buen precio y mi intención original siempre fue venderlo por ese monto ya que a ese precio logro competitividad y un modelo de negocio sostenible.
Bob: – ¿Entonces por qué me pides once satoshis? Interrumpe Bob
Daniel: – Porque ese precio es el calculado previo a evaluar el compliance y los riesgos asociados a su incumplimiento. Al no cumplir con la regulación logré mantener la calidad del producto y evité una gran cantidad de gastos superfluos, pero no existe forma alguna de evitar el riesgo de sufrir las sanciones por incumplimiento. Para traer este producto al mercado tuve que realizar varios gastos en pos de disminuir el riesgo del incumplimiento del compliance lo máximo posible. Si bien estoy realizando todas las acciones razonables para evitar que la totalidad de mis activos sean legalmente confiscados, de ir preso, de que me maten mientras intentan capturarme y, en caso de ir preso, de ser torturado, la realidad es que aun así corro riesgo de que todo eso, o parte de todo eso, me ocurra a mí, a mi familia o a cualquiera de los empleados de mi empresa. El saldo de riesgo sobrante lo traslado al precio junto con los costes de disminuir esos riesgos. La totalidad de esos costes y el saldo del riesgo lo estimo en un satoshi. Por lo tanto, no te puedo vender el producto a diez satoshis, pero te lo puedo vender a once.
A lo que Bob, a falta de mejor opción en el mercado, termina comprando el producto a once satoshis.
En síntesis: se confeccionaron dos productos por dos mercaderes diferentes cuyo modelo de negocio le permitía, en ambos casos, poner el producto en el mercado a razón de diez satoshis por unidad. Sin embargo, en un caso se vendió un producto de calidad inferior a trece satoshis y en el otro caso se vendió un producto de mejor calidad a once satoshis. Es decir que en el primer caso hubo un sobreprecio o ineficiencia objetivamente medida en al menos tres satoshis, mientras que en el segundo caso hubo un sobreprecio o ineficiencia de al menos un satoshi. Entonces, estamos frente una pérdida de valor total equivalente a cuatro satoshis. El valor representado por estos cuatro satoshis fue absorbido por la ineficiencia programada desde el Estado. El ejemplo nos demuestra que tanto si se elige la vía del compliance, como hizo Alice; como si se elige la vía del mercado libre, como hizo Daniel, en ambos casos la existencia de regulaciones genera un costo adicional al mercado.
Bitcoin es dinero
El costo adicional generado por el compliance arriba descrito produce una evitable obstaculización en el crecimiento de valor de la red Bitcoin.
Bitcoin es muchas cosas, pero esencialmente es dinero. El único sentido del dinero es almacenar valor para facilitar futuros intercambios de productos y servicios con otras personas.
Sin los productos y servicios para ser intercambiados por el dinero, el dinero en sí mismo sería inútil. Solo usamos dinero porque especulamos con requerir favores, beneficios, servicios o productos de otras personas en el futuro y no sabemos exactamente cuáles necesitaremos, cuándo los necesitaremos, dónde o de quién.
Por lo tanto, cualquier normativa que en forma directa o indirecta obstaculice la creación o venta de un producto conlleva inevitablemente la consecuencia de evitar un crecimiento de valor en la red Bitcoin que, de no ser por la normativa, hubiera ocurrido. Lo mismo respecto de toda obstaculización que, aunque no llegue a impedir la creación del producto, cercene la libertad de comercio impidiendo parcialmente un crecimiento de valor en la red.
El meme indica que el valor total de Bitcoin equivale a infinito dividido entre veintiún millones.
La imagen transmite la idea de que el total de valor acumulado y retenido por la humanidad hasta el presente, más el potencial valor a ser creado y retenido por ésta en el futuro, es representado por los veintiún millones de unidades de bitcoin.
Ello porque la red Bitcoin funciona como un espejo que refleja la totalidad de riqueza global existente. Es decir que cada bitcoin vale veintiunmillonésimo del total de riqueza humana. Esto es posible debido a que Bitcoin es la primera y última cinta métrica para medición de riqueza que funciona en forma objetiva e inmodificable.
Eso es claramente mucho valor. Pero si el dividendo es cero, entonces el divisor también es cero, y si el crecimiento del dividendo se obstruye por medios artificiales, como por ejemplo por la existencia de compliance, entonces el crecimiento del divisor también se obstruye.
La capa cero de Bitcoin, los bitcoiners y los servicios y productos que creamos e intercambiamos entre bitcoiners, son los que dan valor a las veintiún millones de unidades de bitcoin. Sin productos para intercambiar por satoshis, bitcoin no valdría nada. Cuando se intercambian satoshis por productos artificialmente alterados, disminuidos en su calidad y con ineficiencias que obstruyen su producción y distribución, los satoshis valen menos que si se hubieran intercambiado por productos que no hubieran sufrido las dañinas obstaculizaciones.
La libertad es el mejor contexto posible para creación de valor. Cuantos más y mejores juegos podamos crear que permitan a la humanidad encontrar una forma de ejercer la libertad, más valor podremos agregar a todas las capas de la red. La capa más importante de todo el fenómeno Bitcoin es la capa cero, los bitcoiners. El problema por resolver no es cómo evitar que la capa uno y superiores de Bitcoin sufran ataques exitosos. El problema por resolver es cómo evitar los ataques a la capa cero.
En otras palabras: el problema a resolver es cómo lograr que los bitcoiners practiquen en el mundo físico el mismo nivel de libertad que Bitcoin alcanza en el ciberespacio.
En resumen: la libertad en el ciberespacio ya ha sido conquistada y cada nuevo desarrollo en el ámbito digital contribuye únicamente a desarrollos adicionales en ese mismo ámbito.
Por otro lado, la falta de tecnología de muros impenetrables en el espacio físico ha impedido lograr el nivel de libertad logrado en el reino digital. Por lo tanto, debemos enfocarnos en resolver el problema de la falta de libertad en el ámbito físico.
Fin de la primer parte.
Habiendo enmarcado el problema terminamos la primera parte de este artículo. Aquí puedes continuar con la segunda y última parte donde comento mi propuesta de solución al problema.
Camilo JdL, para criptonoticias a las XXXXXXX timechain